Galería Lorenzo Colomo
Valladolid
C/ Macias Picavea, 7
14 diciembre de 2016
a
10 enero de 2017
11 a 14 h. y 18 a 21 h. labor.
11 a 14 h. sábados
Tef.: 983 217 890
www.galerialorenzocolomo.com
Cuando nos plantamos en medio de un paraje y miramos el horizonte, vemos una panorámica continua que está unida por la línea que dibujan al fondo y como si fuese un electrocardiograma, los montes, las vaguadas, los oteros... Si giramos sobre nuestros pies dando la vuelta, vemos que el paisaje es interminable porque se une, se abrocha: el punto por el que empezamos a mirar y el punto en el que dejamos de hacerlo coinciden. Es como todo, una metáfora, una Cinta de Moebius.
Esta exposición contiene 6 cuadros de 80 por 80 cm. que describen un paisaje continuo, un “paisaje circular”. Cada cuadro es una mirada que independiza lo que quiere ver y a la vez contempla la totalidad del paisaje. Estos cuadros están construidos con elementos de mi tierra materna (montes, casas, prados, ríos, árboles, corrales, cielos...) y con estos elementos compongo un nuevo paisaje inexistente y a la vez familiar que podría llegar a existir. Porque pintar no sólo es describir lo que está ahí sino que también es un conjuro para que algo deseado exista. Con todo y con eso, el deseo, la pintura y el paisaje son como el horizonte mismo, algo inaprensible y huidizo.
Junto a estos 6 cuadros traigo otros 6 más pequeños que también siendo independientes, se unen por el horizonte y están construidos con los elementos que mencionaba antes, de la montaña occidental leonesa. El resto de la exposición son unos cuantos cuadros pequeños (30 por 30 cm.) que relatan momentos quietos de la vida cotidiana a través de objetos cotidianos, domésticos, siempre cerca de la ventana.
Paisajes deshabitados y silenciosos al lado de interiores deshabitados y silenciosos, tal vez para que así cada uno de nosotros habitemos y dialoguemos con estos cuadros proyectándonos en ellos.
Al pintar estos paisajes y estos objetos tan concretos y tan descritos, lo que en realidad persigo es pintar lo invisible, pintar el aire, ese aire que está entre las cosas posadas en la mesa de la cocina y que viene desde la orilla del río corriendo por los prados, soplando entre los árboles y rizando las cumbres, ese aire que entra en las huertas para traer hojas dispersas hasta el alfeizar de la ventana.
El modo de pintar es figurativo (qué obviedad) con influencias tardo- cubistas; una pintura muy dibujada y desdibujada a la vez para así intentar ser más expresiva, más orgánica, menos perfecta y por lo tanto, más humana.
Escribo estas líneas en Simancas a finales de Noviembre sobre la mesa grande del taller que mira al occidente. Veo llegar desde el horizonte una tempestad que hace más presente el Aleluya de Leonard Cohen y que anuncia la nieve en los montes de mi tierra de allí mientras recuerdo a mis padres.